
CUENTOS INFANTILES
CUENTOS PARA LEER

EL GALLO PELEON
Erase una vez una granja muy grande, donde vivían muchos animales. Todos ellos domésticos, como perros, gatos, cerdos, gallinas, gallos, vacas, patos y muchos más. Todos llevaban una vida de compañerismo y tranquilidad; entre ellos solían estar jugando todo el día y no regañaban por nada.Un día, el dueño de la granja trajo a la misma un gallo americano muy grande. Lo llevó para encastar la clase de las gallinas que había, con la casta del gallo americano, porque era muy bonito su plumaje y grande.A este gallo le llamaban el “Peleón”. El motivo de este nombre era porque estaba todo el día molestando a los demás animales.Se subía encima del perro o del gato, los picoteaba en el lomo y los arañaba, corría detrás de la manada de poyuelos y los espantaba, esparciéndolos por toda la finca. Después la mamá gallina tenía que dedicarse a recoger a sus poyuelos y le costaba mucho porque estaban muy asustados.Siempre molestaba a todos, corría detrás de los patos y gallinas; lo mismo hacía con losconejos que se hallaban sueltos por la granja.El gallo peleón no dejaba dormir a ningún animal, ya que daba estruendosos cánticos nocturnos. Por el día no les dejaba vivir y por la noche no les dejaba dormir.

EL LOBO
Cauto, silencioso, el lobo salió una noche del bosque atraído por el olor del rebaño. Con paso lento se acercó al redil lleno de ovejas, poniendo atención en donde ponía la pata para no despertar con el más leve ruido al dormido perro. Sin embargo, la puso sobre una tabla y la tabla se movió. Para castigarse por aquel error, el lobo levantó la pata con que había tropezado y se la mordió hasta hacerse sangre.
¿Verdad, amiguitos, que este lobo fue el mejor juez de sí mismo?
LA GATA ENCANTADA
Erase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas deseaban tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar.Un día, dijo en voz alta: Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría contigo. En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo: Príncipe tus deseos se han cumplido El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda, convertida en una bellísima muchacha. Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón y zampárselo en cuanto lo hubo atrapado. El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el Hada no acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio.


LA HUMILDE FLOR
Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas las flores. Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó repetidamente con voz temblorosa:-i No me olvides! ¡No me olvides! Como su voz era tan fina, Dios no pudo escuchar aquella vocecilla yla oía. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor la consoló así: -No tengo nombre para ti, pero te llamarás "Nomeolvides". Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolarás a los vivos y acompañaras a los muertos. Así nació el "nomeolvides" o miosota, pequeña florecilla de color azul y rojo.

EL CABALLO AMAESTRADO
Un ladrón que rondaba en torno a un campamento militar, robo un hermoso caballo aprovechando la oscuridad de la noche. Por la mañana, cuando se dirigía a la ciudad, paso por el camino un batallón de dragones que estaba de maniobras. Al escuchar los tambores, el caballo escapo y, junto a los de las tropa, fue realizando los fabulosos ejercicios para los que había sido amaestrado. ¡Este caballo es nuestro! Exclamo el capitán de dragones. De lo contrario no sabría realizar los ejercicios. ¿Lo has robado tu? Le pregunto al ladrón. ¡Oh, yo...! Lo compre en la feria a un tratante... Entonces, dime como se llama inmediatamente ese individuo para ir en su busca, pues ya no hay duda que ha sido robado. El ladrón se puso nervioso y no acertaba a articular palabra. Al fin, viéndose descubierto, confeso la verdad. ¡Ya me parecía a mí exclamo el capitán Que este noble animal no podía pertenecer a un rufián como tu! El ladrón fue detenido, con lo que se demuestra que el robo y el engaño rara vez quedan sin castigo.